viernes, 17 de octubre de 2008

ADHESION AL DIA DE LA MADRE


TEXTOS DE CELIA ROLDAN

PARA MI MADRE


Ella, silenciosa, austera, firme en sus convicciones, siempre dispuesta aunque el hígado, el reuma o el mismo cansancio, le amordazaran la voluntad, no sus manos abrazo.
Cuando éramos niños, mi hermano y yo, solíamos levantarnos para ir a la escuela y encontrábamos un repasador panzón cubriendo pastelitos de membrillo o batata, para el encuentro del mediodía. Habría visitas. Después, adolescentes, compartíamos con ella las trasnochadas de dulzura, porque seguro que había yerra y mi padre quería invitar a los colaboradores después del asado.
Tallarines, ñoquis, ravioles, tortas de cumpleaños, de bodas, torta paisanita de las tardes con lluvia, eran la magia aroma de sus manos donde se desparramaba su ternura y nos recorría por dentro.
El pastel de carne de los domingos era la especialidad de la casa. Caricias de carne picada, huevo duro y pasas de uva escondidas debajo de una costrita azucarada, ritual familiar del universo de entrecasa.
Ahora, en la ausencia apretada de congoja, sin contacto con tu exilio, guardo el milagro memoria de tu vida y los pájaros duendes me acercan y devuelven los amores que dejaste a cada paso, y que yo no vi cuando estabas conmigo. GRACIAS MADRE.
Las olas vértigo no podrán borrarte, aunque sea tarde para un abrazo fuerte y detenido, único.



TEXTOS DE SARA MANGHESI DE D’ ALESSIO


MUJERES

Como tibios grifos generosos
sacian, nutren, se proyectan.
Como límpidas fuentes
purifican,
enaltecen perfumes y colores.
Como sombra inadvertida
dan frescura,
sosiegan,
apaciguan penas.
Como brisa incansable
extinguen pliegues,
hacen magia con polvillos y pelusas,
inundan el mundo con sabores.
Como pájaros nocturnos
de trino irrepetible
inmortalizan fantasías e ilusiones.
A veces,
pocas veces,
como trueno en cielo límpido
anuncian posibilidades de tormenta.
Enormes hormiabejas laboriosas,
Transparentes
Silenciosas
Destellantes
Armoniosas
Explosivas.
Mujeres. Sólo mujeres.



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LA GOTA

Hasta ayer la muñeca
era solo un juego.
Pura comedia.
Hoy una gota de sangre,
la primera,
solo una gota
hizo en mi niña su obra:
puso en sus ojos luces
y algunas sombras.
Le pintó las mejillas,
alargó su espalda,
le ensanchó la mirada
y con tal secreto
estremeció a su padre.
La simple gota
le dio poder de vida
y la muñeca
dejó de ser un juego.


TEXTOS DE JULIA FERNANDEZ



LAS MUJERES: EN LOS ’60 Y EN EL 2000 TAMBIÉN


La década del ’60. Mi tema casi único en estas crónicas. Acabo de escribir un título demasiado largo. Trato de abreviar: “Píldora anticonceptiva desarrollada por Gregory Pincus”. Insuficientemente efectista, entonces consigno: “Nace, para la mujer, el dominio de su sistema reproductivo”. Mi artículo, muy optimista se extiende en páginas y páginas, hablando de esa apasionante década. De las liberalidades que se permitirá, a partir de entonces, la mujer. Podrá planificar su vida familiar, mostrar sus rodillas, gracias a Mary Quant… Seguir a sus compañeros astronautas en viajes al espacio, asombrarse por la muerte premeditada de Hemingway, después de haber disfrutado de la lectura de sus célebres personajes.
Hablo de la participación de la mujer y su influencia en la vida social y política de ese tiempo: el Mayo francés y la Primavera de Praga, dos hechos singulares si los hay, uno empobrecido en sus resultados, el otro, ahogado casi al nacer, porque esa “cortina” nacida en la madrugada del 13 de agosto – siete años antes – seguiría destruyendo todo intento, para los países del Este, de conseguir sus libertades ciudadanas. Y esa “primavera” del ‘68 perdería todo su esplendor, arrollada por los tanques soviéticos. En todos esos hechos, la mujer tuvo un rol destacado - en la vida real y en la literatura- y es eso lo que me fascina. Recordemos a Teresa, la protagonista de “La insoportable levedad del ser”, fotografiando a soldados y oficiales rusos en situaciones comprometedoras. “…tanques, puños amenazantes, muertos, (…) jovencitas con faldas tan cortas que…
Pero llega un cable a la redacción para Internacionales. Mi optimismo se hace añicos cuando comprendo el mensaje en toda su extensión: “Brasileña escapó de su secuestrador tras nueve años de cautiverio”. Y más abajo toda la tragedia sin disimulos: La comisaria, Dilamar Castro explica que la niña, de diez años por entonces, fue llevada con engaños por su secuestrador y encerrada en un sótano. Allí, durante dos años, y más tarde en cualquier lugar, fue abusada por parte de Gomes da Silva, dueño de un bar en la localidad de Luziania. De esas relaciones más que forzadas, nacieron dos hijos: un varón, cuando la niña contaba trece años, ahogado por el propio da Silva en un balde, y una pequeña, de cinco años en la actualidad, que pudo escapar junto a su madre…
– ¿Píldora anticonceptiva? – me pregunto - ¿Dominio de su sistema reproductivo? ¿Planificación de su vida familiar?
Y sé que, aunque no fuera su intención, Gregory Pincus, con su descubrimiento, volvió a dividir a las mujeres: las que tienen acceso a grandes adelantos porque son tratadas como lo que son, mujeres, iguales a sus compañeros hombres, y aquellas que, por su color, su lugar de nacimiento, su status, no logran ser consideradas ni siquiera como animales.



TEXTOS DE LELA BERTOLA

ELLAS

Dedos de hadas
Suben y bajan
Cruzan hilos
Arman redes
Atrapan colores
Siguen laberintos
Construyen parches
Tapan, cubren
Adornan, crean figuras
Visten…



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ESAS MANOS


Manos rugosas, ajadas,
endurecidas de tanto trajín,
pero suaves cada vez que acarician
Manos manchadas, hinchadas,
temblorosas de años vividos
Manos curtidas de tanto enjugar llantos
Manos esperanzadas en el futuro de sus hijos
Manos amorosas,
que desparraman amor incondicional por doquier
Manos con olor a madre
Manos que sienten y presienten
Manos vivas
Manos presurosas en otros tiempos
y aun hoy incansables
Manos tiernas, dulces
Manos
defensoras cuando atacan a sus retoños
Manos ardientes
Manos
siempre prontas a acudir en
auxilio de los demás sin esperar que las llamen
Manos aladas, que transmiten paz
y tranquilidad en los momentos justos
Manos que curan,
que calman el dolor y la desesperación
Esas
son las manos de mi
madre

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ROMPECABEZASEscapa humo
vapor en gotas.
Escurren aromas
Unen hierbas con lágrimas
Cortan y pelan
Tapan, destapan
Prueban, agregan
Arman coloridas figuras
Sirven…
Desarman el rompecabezas.




TEXTOS DE CRISTINA VAZQUEZ


INOCENCIA

La Nicolasa esta rara, a veces, como dormida o pensando lejos.
No se que le pasa. Antes le gustaba jugar con las muñecas, vestirlas, desvestirlas, bañarlas,hacer comiditas.
Ahora ya no quiere nada, solo sentarse mirando sin ver, se tira al piso y con el zapato va dibujando círculos y rayas que vaya a saber quien entiende. Solo ella, seguro.
No se que le pasa.
Pero ayer vi a mamá discutiendo con el José, que no es mi papá, pero como si lo fuera.
Hace un año que vive con nosotras, y es bueno y nos compra cosas, y es también cariñoso. Aunque a veces cuando toma nos mira de manera rara, fea, diferente a la de siempre.
Por que será que mi mamá le grita diciéndole que se vaya , que eso no se hace , que no vuelva nunca y que lo va a denunciar...
¿Qué habrá querido decir?
Y bueno, después de todo yo lo único que quiero es que mi hermana sea la de antes.
Ahora tendremos una muñeca de verdad para jugar.

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Y SE LLAMABA HAIDEE...


Siempre había sentido así rencor y odio; odiándolo de todas las formas y maneras posibles. No soportaba la mirada de sus ojos perrunos ansiosos de cariño, suplicantes, perturbadores.
Tampoco su forma extraña de hablar, como comía y su inquietante vitalidad.
Verlo le provocaba ganas de gritar, zamarrearlo, y aunque resultaba espantoso y no se atreviera a conversárselo ni en voz baja: náuseas violentas, irreprimibles, desbordantes…
Sufría terriblemente, sintiéndose a veces como una pobre cosa, una basura. Esta cruz le pertenecía solo a ella, aunque su familia trataba de ayudarla…, poco conseguían.
El recuerdo de esa tarde fría de otoño volvía una y otra vez a su mente con precisión matemática, imposible borrarlo y mucho menos olvidarlo.
Había salido con su bicicleta a comprar el pan para la merienda al almacén de don Jaime, distante diez cuadras de su casa. No encontró, decidiendo entonces ir más lejos, a la panadería de doña Elba. No iba nunca por allí, quedaba en una zona peligrosa por los baldíos llenos de yuyos y desperdicios. Su madre se lo había prohibido.
Una piedra interrumpió su marcha haciéndola caer. Al intentar incorporarse un hombre alto y moreno, al que conocía de vista la tomo del brazo y sin explicación alguna la llevó al baldío. Se resistió en vano.
Una radio cercana desparramaba la voz de Celia Cruz cantando “los caminos de la vida.”
Apenas tenia catorce años.
Allí comenzó todo: la vergüenza, el rechazo, el embarazo. Creció de golpe mal, con resentimiento. Había perdido en un instante la infancia y la inocencia; por eso odiaba al niño, su hijo; desde el comienzo desde antes de conocerlo.
Sus padres no hicieron la denuncia, ¿para qué? El hombre tenía amigos influyentes. Además seguro que alguien diría que ella tenia la culpa; que lo había provocado con su pollerita corta, sus largas piernas…la sonrisa en sus ojos.
Sus padres criaron al niño como propio, poniéndole José en honor a un tío.
José ha comenzado a balbucear sus primeras palabras, mamá es una de ella, pero cuando la dice se nota una indecisión, como si no supiese bien a quien va dirigida.
Un día claramente pronunció mamá, mirando a su madre, la verdadera, esta mirándolo con rencor lo rechazó al mismo tiempo que le decía salí mocoso sucio y mal educado yo que estaba tan tranquila…

domingo, 12 de octubre de 2008

TEXTO DE SARA MANGHESI DE D´ALESSIO DE SU LIBRO "VALIJAS CON VOCES"



Helazón de fuego

Cuando se enteró que a Juancito se lo llevaron porque el milico bruto que le allanó la casa encontró en su biblioteca un libro titulado “El cubismo”, y por más que le explicaron que no era la política aplicada en Cuba sino un estilo de arte no entendió ni de qué le hablaban, entonces, sólo entonces, sintió verdadero miedo.
Y en medio de las gotas de sudor que le empapaban el pelo, las manos y la ropa, y le empañaban los anteojos por trabajar encerrado y a oscuras para que nadie lo viera sacar sus propios libros de la biblioteca, tan en el medio que no se distinguían, se le colaron las lágrimas, tan saladas como las gotas.
Ernesto armó la pila en el centro del baldío, y tuvo cuidado de poner abajo suficiente cantidad de palitos secos y semillas de jacarandá, y de cubrirla con la poda de la parra de modo que no se viera ni una tapa, ni un lomo, ni una hoja, ni un título.
La pila ardió sin resistirse, y las llamas rojas llegaron hasta el cielo iluminando la noche más oscura con la teoría de Marx entreverada en los versos de Neruda, y los de Tejada Gómez profetizando en su tierra, y los homenajes de Cardenal a los indios americanos, y todas las páginas, los párrafos, las palabras y las letras que retorciéndose pretendían calentarlo.
Pero siguió congelándose por el frío de la noche del invierno imborrable de 1976, por la muerte aún ignorada de Juancito, que todavía no aparece –iluso, creyó que llegaría a arquitecto-, por el desgarro de estar matando sus mejores libros, por el terror que le comía las entrañas, y por el sudor, tan parecido al llanto de un cuerpo entero, que lo bañó hasta que sólo quedaron las cenizas.

TEXTOS DE LELA BERTOLA



LA QUEMA



Caen una a una las hojas sobre
la pira encendida en medio de la plaza
no son hojas de árboles, son de libros,
de esos tesoros que nunca se recuperarán.
Los hombres con gestos adustos
arrancan sin piedad las páginas
regodeándose por el acto pecaminoso
que están llevando a cabo.
Poco a poco las cenizas se vuelven
multicolores, manchadas por la tinta que
chorrea de los versos, de las prosas,
de los cuentos, de la historia….
Caen sin piedad las letras Mayúsculas, minúsculas
cursivas, de molde, de todos los colores y tamaños
Los hombres y el fuego no se detienen,
siguen alimentándose sin parar,
ellos su odio, el otro
su lengua incandescente.
Están ahí, amontonadas
los millares de letras
esperando que algún poeta
esperanzado las recoja y con sus cadáveres
escriba a sangre y fuego
NUNCA MAS







RECONSTRUCCION



Los poetas esperaron
que las cenizas se enfriaran
y a escondidas
fueron recogiendo
y armando,
letra por letra,
hoja por hoja
las prosas,
los versos,
las historias de cada libro
que los bárbaros e ignorantes
habían destruido.
pero nada fue igual.
En cada página aparecían
manchas indelebles
y no eran de tinta,
eran lagrimas.




martes, 7 de octubre de 2008

Textos del Libro "Valijas con voces" de Sara Manghesi de D'Alessio




La mirada

Me maravilla el poder de la mirada, esa que silenciosa
y dúctil, hoy declara el amor y mañana hiere. Esa que dice todo sin
hablar, que es capaz de acariciar sin piel.
Me maravilla descubrir que la mirada, sin dañar, puede
robar una imagen y esconderla adentro, para siempre; que con
suavidad de brisa me permite fugarme hacia la nada, o viajar hasta
el horizonte, sin moverme.
Me maravilla saber que con la mirada puedo recorrer

todo el paisaje y atrapar el atardecer en la montaña.
Me maravilla, a través de la mirada, apropiarme de la

palabra escrita, y disfrutar de la riqueza de otra mirada,la de los
grandes.
Me maravilla disponer de la mirada, regalar con ella la

sonrisa, esconderla detrás de las pestañas, ponerle luces o apagarla,
armarla con dardos refulgentes, o empañarla con lágrimas.
Me maravilla el don de la mirada.


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Destino de lágrima

La lágrima, rebelde, cayó del ojo izquierdo de
Margarita Ordóñez sobre la carta que escribía, y se fundió con el
adiós recién registrado en tinta azul-negro lavable sobre el papel
perfumado. Sin proponérselo, entró al sobre, escondida entre el
segundo y el tercer pliegue, y algo apretujada, esperó que Margarita
lo cerrara, y escribiera con su letra prolija y menuda “Señor
Nicandro Cuestas – Presente” en el anverso.
Luego viajó cómodamente en la cartera negra, al lado
de las llaves y debajo del pañuelo húmedo, mientras Margarita
bajaba por la escalera los seis pisos que separaban su departamento
de la calle. El trayecto hasta la parada del colectivo y los veinte
minutos de viaje, le permitieron explayarse generosamente por gran
parte de la misiva, amparada en el silencio y la oscuridad.
Al llegar al edificio de la Avenida Perú en el que
Nicandro Cuestas, a escondidas, alquilaba un ambiente para ocultar
su antiguo romance con Rosa Miranda, Margarita Ordóñez traspuso
la puerta, subió al ascensor, y apretó el botón que indicaba Terraza,
mientras la lágrima, ya en completa libertad, seguía impune su
recorrido por la carta. Acción que hubo de interrumpir bruscamente,
alarmada por el estrépito de la caída.
En la vereda atestada de transeúntes reunidos por la
morbosa curiosidad habitual, el policía revisó las pertenencias del
cadáver y luego de efectuar las anotaciones de rigor, tomó el sobre,
subió con él al ascensor hasta el quinto piso –siguiendo las
indicaciones del encargado- y lo entregó en mano a Nicandro
Cuestas. Éste lo abrió, entre sorprendido y atribulado, y en medio
de una enorme mancha de tinta azul-negro lavable, alcanzó a leer
el adiós perfumado de Margarita Ordóñez, justo antes que la
lágrima terminara de borrarlo.