sábado, 2 de agosto de 2008

A partir de versos de Ariel Ferraro


Identidad encadenada

Textos en cadena inspirados en fragmentos de
Odas para un desvelo campesino” de Ariel Ferraro


Quiero volver de nuevo hacia el adobe
que huele a pan cocido por la abuela
,
antes que el tiempo arrase los recuerdos
mutilando las líneas de mi origen.
Así podré reconstruir, imperceptible,
el andamiaje sutil que me sostiene:
marrón de árbol;
erguido de montaña;
sonoro de coyoyos;
oliendo a lluvia torrente sobre el llano
y a jarilla sangrando en flores amarillas.
Entonces, después de haber rozado
nieves lejanas,
de sumergirme en mares transparentes,
pisar corales;
después de haber robado desde el cielo
montada en un avión
selvas y lagos,
desierto y cordilleras,
para llegar al borde de un volcán
que me miraba
con su ojo color verde esmeralda;
aún más tarde que esa tarde
en que mi pie regrese
y mi vida estrene
el crepúsculo seguro de mi alma,
le pido a Dios: en ese instante
déjame estar junto al cardón suicida
puerco espín de malos entendidos

Sara M. Manghesi de D’Alessio



Déjame estar junto al cardón suicida, puerco espín de malos entendidos.
De palabras equivocadas y rumores de tormenta.
Donde la tierra se confunde con los cielos y las piedras se yerguen en busca de sonidos.
Donde la noche acuna soledades, mientras el viento susurra sus secretos y la luna vergonzosa esconde su cara porque hay estrellas sometidas.
Donde el aire tiene aromas de nostalgia y las flores perfumes de otro tiempo.
Donde no hay soles inventados ni luces vanidosas.
Donde las sombras vagan en busca de esperanzas.
La tierra inmóvil espera mi llegada y son sus brazos un refugio cierto y un abrigo calmo.
Por eso pido, suplico, ruego
déjame estar aquí donde los nombres solos arden y claman.

María Cristina Vázquez


Déjame estar aquí, donde los nombres solos
arden y claman.
Me he perdido en multitudes de concreto,
No he podido mirar los azules,
ni los verdes,
ni los amarillos.
He caminado con un número bajo el brazo,
siguiendo los pies de otros,
levantando hollín, no tierra.
Con vientos inventados por hombres automatizados.
Con ruidos sin música.
Rodeada de plástico.
Déjame estar, diezmada entre los pájaros
O a la sombra esperanzada de las breas
.

Irma Samosiuk



Déjame estar, diezmada entre los pájaros
O a la sombra esperanzada de las breas
Para sentirme árbol que hunde sus raíces
Desde el tiempo que marcan los inviernos
En las cumbres verdinegras del Velazco
Para sentirme piedra que sostiene huracanes
O socavón que guarece al cóndor poderoso
O temblar entre las aguas del arroyo
Cuando el verano acrecienta sus caudales
Para sentirme agua que atraviesa en torrentes
Las quebradas, las mesetas, las colinas
Y después de haber saciado las distancias
Vuelvo hacia ti
De nuevo por la greda

Celia Roldán



“Vuelvo hacia ti, de nuevo por la greda”…
He madurado caminos, he transitado amores.
Antiguas metrópolis me han seducido con sus esplendores y sus lujos.
Mares colosales han transformado mi andar por los días.
Los hubo azules, de aguas trasparentes; otros opacados por el cemento y el gentío.
Confundiéndome en ellos, me embriagué de alegrías ajenas y de penas no tanto.
¿Necesitaba, acaso, ahuyentar viejos recuerdos? ¿Dejarlos prendidos en las alambradas de algún estrecho cercado, esconderlos en la montaña que atrae al viajero con sus colores y sus signos?
Aquel derroche de paisajes, el hechizo de las noches sin freno, semejantes a un tren infinito del que no estaba permitido descender, borraron mi infancia, mi oscuro cobijo provinciano.
Esa tierra desnuda de la que provengo, parecía no contenerme en sus perfumes lejanos.
No sé cómo, ignoro cuándo, comenzaron a revolotear las palomas de la añoranza.
La sorprendente ansiedad por mis cerros, - faros, casi, - me llamaron a quietud.
Guiaron mi regreso. Orientaron mis pobres ojos viejos.
Y hoy vuelvo hacia ti, de nuevo por la greda. Porque es aquí “donde Dios puso impresiones digitales”

Julia Fernández



Donde Dios puso impresiones digitales en blanco inmaculado, en esperanzado verde, en marrones gigantescos y azules refulgentes; ese es mi terruño; ese es mí lugar; allá donde mi alma se ancló y mis entrañas se desangraron, cuando la vida me llevó por laberintos impensados. Allá donde quedó parte de mi historia. Mi identidad, la forman las huellas que dejaron mis abuelos en cada eucalipto, en cada algarrobo, junto a esas otras que llegaron grabadas a fuego en la madera húmeda de algún barco.Acuden a mi mente imágenes de mi niñez, de mi adolescencia, cargadas de emociones únicas que me estremecen, me sobresaltan y siento y respiro el aire cálido que huele a jarilla, a agua de cántaro, a vino patero, a empanadillas y charqui, a tierra mojada por la lluvia, a beso inocente, a despreocupación, a algarabía.Esas son mis raíces, mi origen, lo digo con pasión, con orgullo, con respeto; y algún día quiero volver de nuevo, para quedarme, hacia el adobe que huele a pan cocido por la abuela.

Lela Bértola

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