jueves, 21 de agosto de 2008

Martin Yoma


Real


El cruzó el puente, y desde ese lugar… ya no hay retorno.
No realizó ningún esfuerzo físicamente desmedido, solo un acto, si es que si quiera puede llamárselo así; reflejo, mecánico, imperceptible.
No pensó, bueno si lo pensó pero nunca había pasado de eso, de ser un mero pensamiento. Al fin y al cabo era humano y ¿qué ser humano no ha pensado en hacerlo alguna vez?.
Lo cierto es que, él cruzó el puente entre lo potencial y lo efectivo. Ese puente que marca la distancia entre lo ficticio, lo que solo es real en el pensamiento, en el deseo.
Solo es cierto en la mente de quien lo recrea hasta gozarlo.
Solo es real por que se cree y luego se siente.
Pero, él no.
No se conformó con desearlo. Tuvo que caer en la bajeza de quienes deben sentir sus latidos para saberse vivos.
El… apretó el gatillo.

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